Pequeña nación de la Europa oriental que no cuenta más que con 642,000 habitantes, formada por los dos grandes valles de los ríos Wladir y Moltus, y con capital en Klow (122,000 hab.). El visitante que llega a Syldavia se siente atraído por la belleza de sus parajes silvestres, así como por la proverbial hospitalidad de sus habitantes. El subsuelo es muy rico y los llanos muy fértiles, cosa que favorece el cultivo del trigo. La moneda del país es el khor. Las principales exportaciones son el trigo, el agua mineral de Klow, la madera, los caballos y los violines.
A lo largo de su historia, Syldavia, el "Reino del Pelícano Negro", ha conocido sucesivas conquistas y reconquistas, estuvo bajo el dominio turco por más de dos siglos. Los eslavos reconquistaron el territorio en 1127 bajo el mando de Hveghi, quien había de convertirse en el rey Muskar I. Sus sucesores se fueron debilitando poco a poco y Borduria, país vecino, conquistó el país en 1195. En 1275 el barón Almazout expulsó a los ocupantes y se convirtió en rey, con el nombre de Ottokar I. Sin embargo no fue hasta el reinado de Ottokar IV cuando el país se desarrolló y fue unificado. A consecuencia de un altercado con un barón, el rey se defendió con su cetro. Desde ese día, para mantener su trono, el rey debe presentar su cetro a la multitud en ocasión de la fiesta nacional, de San Vladimiro. De ese acontecimiento se origina también la divisa del país: Eih bennek, eih blavek!, que viene a significar poco más o menos: "¡Quien con él se roza, en él se pincha!"Hace algunos años se produjo una nueva tentativa de invasión borduria, cuando sus agentes planearon apoderarse, sin éxito, del "Cetro de Ottokar". Por otra parte, es muy destacada la contribución que esta nación ha hecho a la astronáutica. En efecto, fue el Centro de Investigaciones Atómicas de Sbrodj, en Syldavia, el encargado de enviar, pese a la firme oposición borduria, el primer cohete tripulado a la Luna. Un último conflicto entre Syldavia y Borduria nació a raíz de la pretensión de ambas de hacerse con el aparato del ultrasonidos del profesor Tornasol. Felizmente, ni unos ni otros lograron su objetivo. Así es Syldavia: una gran historia para un pequeño país.
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